Pasión entre máscaras.

«La plaza estaba desierta y el sol no había despuntado.

Las cortinas bailaban con la fría brisa sobre el ventanal, ocultaban en un halo lechoso la plaza de San Marcos.

Despierto bajo las sábanas de seda burdeos. Siento bajo mis pies el piso de madera, viejo y crujiente. Recuerdo, que esa misma noche, mi amante cabalgaba loca de placer cuando la poseí a horcajadas, hasta que caímos fulminados por el éxtasis.

Me estremezco en un escalofrío de emoción. En mis labios aun percibía el sabor a sangre, la firmeza de sus pezones, el sudor en su cuerpo, el cuello esbelto, el pubis refinado, los labios inquietos, el azote sobre mi cuerpo.

Sus delicadas manos, de uñas largas siempre pintadas de negro, delataban un resquicio de una noche de placer.

Nos conocimos en los carnavales del año anterior, y nos prometimos que aquello no podía continuar, pero ayer por la noche cuando vi su máscara, supe que habíamos roto nuestras promesas, que deseábamos lo mismo: el dulce aroma de nuestros cuerpos y el metálico incesto de la sangre…, nos unía una vez más.

En mi tocador, la máscara y el vestido de fiesta, los perfumes y el estilete. Todo en perfecto orden, como lo había dejado la noche anterior.

Dudo por un momento que una droga me engañara, pero al punto encontré una gota de sangre sobre el pómulo derecho de mi máscara blanca.

Volvíamos a estar juntos en nuestra encrucijada de amor y libertad.

¿Dónde había estado ella durante este tiempo? ¿Sabía que iba a incumplir la promesa?

Ya daba igual.

Venecia nos espera. ¡Que comiencen las fiestas de la carne un año más!

Me pongo la máscara y observo al hombre desnudo que el espejo refleja ante mí. Reconozco a la bestia que sonríe complaciente dentro del rostro oculto de ojos negros. Acaricio mi cuerpo con el estilete, magnifico instrumento musical de nuestras noches de fiesta. Una erección me embarga recordando a mi última presa bajo el yugo de mi arma con la que ahora me deleitaba.

Vuelvo sobre mis pasos y deseo que regrese a mis brazos, poseyéndome como un animal, confesándome que quería mi sangre, como a la de todas sus víctimas, que deseaba exprimir hasta que no quedara un hilo de esperma en mi cuerpo, beberme hasta la última gota de mi vida.

******

Despierto envuelta en sudor, he vuelto a soñar con él, ha pasado un año desde que estaba entre sus brazos haciéndole mío, como dos salvajes y recordando la sangre que habíamos derramado para llegar hasta ese punto.

Tengo que quitármelo de la cabeza, hicimos una promesa, pero mi cuerpo le desea. Bajo mi mano hasta entrepierna y noto la humedad entre mis dedos. Hasta en sueños sabe cómo desatar mis instintos.

Han sido muchas noches en las que he vuelto a revivir nuestras locuras. He recorrido mi cuerpo llegando al orgasmo, pero nada comparado con lo que él me sabe dar. Saco mi mano y lamo mi humedad, esto ya no me vale, necesito sangre, la suya.

Ayer la noche no fue mal, aunque buscaba detrás de cada máscara a mi amante. Necesitaba su olor, su mirada, su cuerpo… sé que es imposible que volvamos a estar juntos, igual ha rehecho su vida.

Me levanto despacio, mis pies rozan el suelo con mimo, el frío de este contrasta con el calor de mi cuerpo y hacen que me centre en mi objetivo. Miro la máscara impoluta que reposa en mi tocador y una sonrisa pícara se dibuja en mi cara.

Los rayos de sol se cuelan por las cortinas y dibujan mi silueta en la pared, la cual no puedo dejar de observar. Ojalá estuviera detrás de mí haciéndome sentir su erección.

Miro el disfraz de la noche anterior y unas gotas de sangre se dibujan en el bajo de la capa. Pobre desgraciado no supo estar a la altura de la escena y se murió demasiado pronto. Saboreo mis labios aun recordando el momento. Paso mi mano por el puñal con restos de sangre y me vuelvo a excitar.

Empiezo a colocarme de nuevo el disfraz. Las medias se ajustan a mis piernas y las cubren con sutileza, el corsé se ajusta a mis pechos, solo de pensar en que él me lo pueda quitar me hace estremecerme. Daniella relájate, la noche es larga y hoy pienso encontrarle, el resto solo serán víctimas que compartiré con mi amante mientras saciamos nuestras ganas.

Me pongo unas gotas de perfume, quiero que sepa que estoy cerca, me huela y venga a mí, que no tenga dudas. Me ajusto la máscara y sonrió.

Que empiecen las fiestas de la carne otro año más. Mi objetivo encontrarle, el resto serán simples víctimas de nuestro amor.

******

He pasado la mañana deambulando por las calles. La ciudad siempre está atestada de turistas, pero en Carnavales, al caer el sol, Venecia se transforma. Los actores de esta gran obra de teatro salen con sus mejores galas para abandonarse en los brazos de la carne. Salgo de mi apartamento, es un ático con unas vistas magnificas. Desayuno en la cafetería Manfredi. El camarero, un apuesto hombre de fino bigote, me atiende con elegancia. Quién sabe si lo podré encontrar esta noche en una de las fiestas, oculto bajo un disfraz. Me gusta elegir a las víctimas por su fisionomía, la estética de las facciones es importante.

Cuando deja el capuchino sobre la mesa, observo sus delgadas manos, son como las de un pianista, quién sabe si se gana la vida así para recibir clases. Si por un casual vuelvo a ver esas manos, sin duda sabré quién es.

Entre mis trofeos tengo un mechón o una uña. En alguna ocasión, si de verdad mi acompañante ha reconocido su final sin miedo, que todo en esta vida es pura banalidad, que somos pasto de una lotería, de un juego en el que hoy estás aquí y mañana formas parte de la eternidad, entonces, puedo reconocer en sus ojos ese brillo de haberse consagrado de forma sutil y calmada a mi estilete. Entiendo que ha comprendido el juego al que se ha sometido, sin violencia, perturbado por el amor de mi cuerpo, sabiendo que es su última noche, y solo entonces, puedo llevarme algo más importante de él para que forme parte de mi trofeo.

Regreso a mis aposentos. Recuerdo a Daniella pero sé que es solo un sueño. ¿Encontrarla este año me decepcionaría? Romper nuestro acuerdo es lo que yo mismo estoy haciendo. Si la viera, ¿Tendría valor para descubrirme o huiría como un cobarde?

Paso la tarde leyendo a Dostoievski. Me embargan sus disquisiciones, esas cuestiones formuladas sobre frases tan largas que cubren párrafos extensos. Reflexiones arduas que llenan el sentido de toda una vida, que nos procuran reconocer la complejidad de nuestra mente.

Por la ventana entran las últimas luces de un día gris. La noche anuncia el festival. La fiesta vuelve a comenzar. Reviso mis vestimentas. Hoy llevaré el pañuelo de seda blanco que Daniella me regaló. Sé que puede ser una provocación, pero realmente lo deseo. Me visto con delicadeza, pasando las yemas de los dedos por cada centímetro de mi cuerpo. Las calzas, el corpiño, el chaleco de pedrería a juego con la máscara. El perfume que a ella le enloquecía. Debo centrarme. Todos estos pensamientos solo consiguen distraerme de mi búsqueda. Hoy encontraré otras manos de pianista, otro cuello de cisne que alimente mi estilete.

Me aproximo a la ventana. Las calles parecen tranquilas. La mandolina llena con su música la negrura del callejón. Bajo por las escaleras brincando, casi como un niño al que le han dado recreo. Cruzo la plaza de San Marcos hasta el punto de encuentro, donde mi gondolero particular espera siempre atento, con la mirada siniestra bajo su capa negra; más bien parece el barquero de Hades transportando mi alma hacia la oscuridad.

Subo a la góndola. Me hace una pequeña reverencia y salimos hacia el canal por debajo del Museo di Palazzo Moncenigo. Los reflejos de las ventanas, con sus colores amarillos, manchan las ocurras aguas serpenteantes. La vara se mueve acompasada con un ritmo ancestral de cientos de años. Escucho la música y mi corazón se acelera con las risas de los invitados a la fiesta.

Llegamos a puerto. Dejo una moneda sobre aquella mano ruda. No me atrevo a mirarle a los ojos. Por alguna razón que desconozco, pienso que sabe quién soy y qué mueve mi corazón. Subo por la escalerilla, y sobre mis ojos, tras la máscara blanca de piedras preciosas, se abre la puerta del palacio. Saludo con mi sombrero de copa y entro al calor de la fiesta. Comienza la noche.

******

Lista con mi disfraz cubriendo mi dulce piel y con la máscara adornando mi rostro, me adentro por las calles en busca de Enzo, no soporto no sentirle. Observo a cualquier chico que pase lo suficientemente cerca para perderme en sus ojos, intento buscar a alguien a la altura de mi amante.  

A lo lejos veo un hombre alto, vestido con un disfraz un tanto peculiar, puede ser él. Los nervios se apoderan de mí, me estoy volviendo loca, dudo por un momento en si estoy haciendo lo correcto. El corazón habla por sí solo, siento un pálpito muy intenso, tengo que dejarme llevar.

Él se adentra en un local, la música nos atrae, siendo sincera, yo solo siento su llamada, le sigo y consigo entrar sin ningún problema. Le acecho como si fuera un depredador observando su presa. No consigo que me mire, y confirmar que sea mi Enzo, no pienso perderle de vista. Él baila alrededor de una chica, me pongo un tanto celosa, aprieto mis puños con fuerza, me contengo de no ir deprisa. Mientras espero el momento perfecto, me pido una copa para pasar esta agonía.

Al fin veo como se aleja, supongo que irá al baño, aunque pierdo a la muchacha de vista, espero que no vaya a encontrarse con ella en cualquier rincón. Entra en un cuarto, no me lo pienso y abro la puerta sigilosa, está todo en penumbra y apenas puedo ver nada. Me dejo llevar por su olor, se parece tanto, pero algo no me cuadra, no es él, espero estar confundida. Mi adrenalina se dispara, en este momento no sé si quiero que sea él o no, algo se está apoderando de mí y sonrió.

Toco su hombro suave, se gira sin asustarse, es como si esperara que llegara.

—Al fin estás aquí —dice con un tono delicado.

Eso me molesta, estaba esperando a la furcia de antes, no es mi hombre, lo sé, veo en sus ojos el pánico, se ha dado cuenta de que tampoco soy lo que estaba esperando.

—Creo que no soy la chica que buscas —sonrió maliciosa.

—¿Quién eres?, ¿qué haces aquí?

—Tu peor pesadilla, pero tranquilo seré rápida, no mereces que pierda más tiempo con un tipo como tú.

Estoy perdida entre la excitación y la decepción. Le empujo contra la pared y me relamo, él se tensa, intenta empujarme, pero en el fondo le está gustando. Noto su excitación al rozar mi pierna, sonrió y él se relaja. Llevo mi mano a mi muslo y saco despacio el puñal. Sin que lo espere se lo clavo en los testículos con un golpe seco. Él grita, por suerte la música camufla sus lamentos.

La sangre empieza a brotar, me separo para que no me salpique, mientras cae de rodillas al suelo. Me mira con pánico y empieza a suplicar.

—Te has cruzado en el camino que no debías, lo siento —le digo con un tono frio mientras le rodeo y me coloco en su espalda.

Paso el puñal suave por su cuello y sin que se lo espere,  lo clavo esta vez en su nuez, sin compasión, con una fuerza extra, a veces no sé de dónde saco tanto ímpetu. Le suelto y cae de golpe al suelo, mi mano chorrea sangre, la boca se me hace agua. Es hora de seguir buscando a mi amante, me limpio con unos trapos que encuentro y salgo sigilosa, es mi especialidad.

******

El palacio está atestado de invitados. El ambiente festivo es embriagador. La música envuelve la sala principal donde los invitados bailan entre serpentinas, algunos toman una copa en el extremo más alejado de la sala, sentados en unos sillones tapizados de rojo. Los camareros, también disfrazados con máscaras, atienden cordialmente a los visitantes. En la barra una especie de dragón prepara las copas que sus lacayos sirven en bandejas.

Me aproximo a la sala de baile. Los focos de colores inundan la pista. Bajo mi corpiño siento mi estilete. Una placentera sensación que me confiere la seguridad de mi cometido. Busco entre la gente tratando de adivinar si ella estará allí. Me dejo llevar por la marea danzante, y acabo moviéndome al son de la música. La carne y la lujuria se palpa en el ambiente. Son las horas previas a la bacanal en otra noche de lascivia y pasión.

Bailo impaciente tratando de encontrar los ojos de mi amada entre las máscaras. Calculo la altura y complexión corporal de mis acompañantes. Sé que la estoy buscando aunque me diga que es imposible.

Un camarero con mostacho me sonríe y me ofrece otra copa. Acepto. Siento el alcohol por mis venas, una punción que mueve mi mente y excita mi cuerpo. El tiempo se acaba. Una musa de cuernos rojos se acerca. Es Daniella, tiene que ser ella. Viste un corpiño rojo y una máscara blanca como la nieve, adornada con piedras preciosas sobre sus pómulos. Quiero sentir su cuerpo. Le hago una reverencia y ella me rodea en un baile ritual, parece que ha elegido su presa.

Subimos por la escalinata que asciende a los salones privados: un pequeño laberinto de habitaciones que se pierden entre salas de exposiciones y librerías. Nos sentamos en un diván rojo. Por el ventanal apenas llegan las luces de una luna mortecina. Brindamos. Pone su mano en mi pecho. Siento el suyo muy caliente. Se tumba y cierra los ojos. Está a mi merced. Abre las piernas. Bajo su falda solo unas medias cubren sus piernas, su sexo se presenta caliente sobre mis manos. Se relame con la mirada perdida.

Corto las cintas de su corpiño con el estilete mientras masajeo su clítoris. Es mía. Señalo un camino imaginario con la punta del estilete, desde su cuello, bajando entre los pechos hasta el pubis. Ella duda por un momento, al sentir el frío del arma, pero aumento mis movimientos, está cerca del orgasmo. A los dos nos gusta este juego.

Punzo mi arma pintando una línea de sangre entre sus pechos adornados con pezoneras de rombos. Ella exclama. Se está corriendo y estoy muy excitado. No es su voz. No necesito retirar su máscara para saber que me engaño, que esa mujer no es Daniella. Siento una enorme decepción y a la vez una profunda excitación. Clavo mi arma sobre su esternón justo en el momento en el que llega al clímax. La sangre brota tiñendo sus bonitos pechos de un rojo tan oscuro como aquella noche. Su cuerpo convulsiona. La sangre desciende hasta su pubis donde todavía tengo metida la mano. Saboreo la exquisita mezcla de fluidos. Ella ha muerto.

Me asomo a la ventana. Fuera, el jolgorio se escucha lejano, como si la fiesta estuviera llegando a su fin. Me reviso el traje: no está manchado. Ha sido un buen trabajo. Espero a que se me pase la erección. Presiento que Daniella está ahí fuera, en algún lugar sintiendo la misma decepción. El alba amenaza con su luz. Es hora de marchar.

******

Anoche no fue como imaginaba, tenía claro mi propósito y pensé que me costaría menos, aunque reconozco que no estuvo nada mal. Sonrió al recordar las súplicas del muchacho. Llegué bastante excitada, pero el cansancio me pudo. Después de dormir todo el día es hora de volver a prepararme para salir en su busca.

Mantengo el mismo traje, está impoluto, pero la capa tiene restos de la noche anterior, miro el armario y veo la del año pasado, sonrió al recordar lo mucho que le gustaba a Enzo. Aún recuerdo la cara que puso cuando me la vio por primera vez, su expresión ruda, su mirada penetrante, no sabía si me quería matar o desnudar, en ese momento supe que le volvía loco. Me la coloco con delicadeza, mientras me observo en el espejo de mi tocador, me pongo la máscara y decido pintarme los labios de rojo.

La noche cae de nuevo y la música empieza a retumbar por las calles. Me sumerjo entre la gente, los observo con cautela, veo como ríen y planifican la noche. Escucho a unas chicas hablando sobre una fiesta en un palacio, por lo visto irá todo el mundo y prometen una fiesta a lo grande. A lo grande será si puedo encontrar a mi hombre.

Sin pensarlo, aquí me encuentro, tenían razón, hay demasiada gente, me hago hueco y me pido una copa. Recorro con la mirada toda la sala y no encuentro a nadie que se parezca a él, mucha gente desesperada bailando y otros hablando, aunque dudo que se entiendan. Decido subir a la planta de arriba que parece ser más tranquila. Doy con una de las habitaciones que está abierta y veo que tiene terraza, necesito tomar aire y pensar con claridad. Miro las vistas y saboreo mi copa, algo bueno debería tener esta fiesta. Mi mente intenta tomar decisiones, siento que él está cerca, pero no sé dónde ir.

Siento unos pasos sutiles detrás de mí, alguien se acerca, cierro los ojos, los nervios me invaden. Seguro que Enzo vio mi capa y me ha seguido. Unas manos me rozan con delicadeza y me abrazan por detrás, siento su calor y su fuerza. La piel se me eriza, decido abrir los ojos y contemplar la belleza de la ciudad. Sus manos empiezan a deslizarse por mis muslos, mi cuerpo reacciona a su contacto, son demasiadas las ganas que tengo por volver a sentirle. Noto como sus dedos buscan mi humedad y la encuentran, no se lo piensa dos veces, y rudo como siempre, entra en mí. Me arranca un gemido, siento como sonríe. Empieza a jugar con mi coño, deprisa, con urgencia, en ese momento algo no me encaja, no es él.

Aunque estoy excitada, la rabia se apodera de mí, con un sutil empujón hago que saque su mano, busco sus dedos y se los chupo. Le miro con picardía, por fin puedo ver esa sonrisa asquerosa y confirmar que no es mi amante. Paso mi mano por su polla y la tiene durísima, le pajeo fuerte, le tengo como quiero.

—¿Eres un poco lanzado, no crees?

—Ahora dime que no lo estabas pasando bien —dice entre gemidos.

—Más me va a gustar a partir de ahora. Vamos al baño, lo pasaremos bien.

Va semidesnudo, sin importarle que alguien pueda verle, a punto de cruzar la puerta de la habitación, me saco el puñal y se lo clavo por la espalda, él grita, pero la música está demasiado alta. Se gira y me mira enfadado, vaya no le he matado, que pena. Nos acercamos a la barandilla, intenta forcejear y quitarme el puñal. Me acerco mucho a su boca, le intento besar y morder la lengua, se queda sorprendido y justo en ese momento le empujo con ganas. Le desgarro la lengua y su cuerpo cae a la primera planta. Escupo el trozo de su lengua y saboreo la sangre que queda en mi boca.

La gente empieza a gritar y a correr sin sentido, la poca luz que me envuelve es mi aliada y me escondo con facilidad. Los gritos no solo se producen en la primera planta, sino que vienen de otro sitio, algo me hace pensar que Enzo está más cerca de lo que pensaba…

******

Hay un gran revuelo. Los invitados corren descontroladamente, caen copas al suelo y algunos resbalan. Las sirenas de la policía se acercan. Creo que alguien nos ha aguado la fiesta. Salgo entre empujones. Hay un corrillo de gente alrededor de tipo semidesnudo que sangra a borbotones por la boca. La estampa me turba, pero en cierto modo envidio a quién ha cometido aquel acto. Suspiros y llantos, también alguna risa entre el gentío.

Los carabinieri se abren paso entre la multitud; a lo lejos la ambulancia se acerca por las estrechas calles de Venecia, refulgiendo con sus luces azules sobre las viejas fachadas de la eterna ciudad.

Me aparto pensativo de la escena. La víctima conserva un rictus de sorpresa, una mueca de doloroso encuentro ante la muerte súbita. La sangre comienza a empapar el empedrado y los espectadores retroceden como ratas. Gritos y emoción. La policía empieza su trabajo, aparta a los curiosos.

A unos pasos, en la oscuridad, encuentro un apéndice negro sobre el suelo. Es curioso que nadie se ha dado cuenta, estando tan cerca de la escena del crimen. Ese hombre ha caído del piso superior y yo estoy viendo su lengua. Entonces mi pecho se hincha de alegría, es un claro signo de que ella está aquí, en la ciudad, disfrutando de estos carnavales, incumpliendo igual que yo nuestra promesa; ha regresado a nuestras innatas motivaciones. Sé que me busca, sé que esto es una señal, sé que nadie más que ella es capaz de cometer este tipo de crímenes, y sé, que me venera, que me ansía mi cuerpo hasta la última gota de mi sangre, igual que yo.

Vuelvo sobre mis pasos y subo al piso superior antes de que la policía entre en el lugar donde se precipitó la víctima. El olor de su perfume es inconfundible, una mezcla prefecta de dulzor y sangre, casi puedo saborear el sudor de su cuerpo, el flujo de su sexo. Estoy excitado y aún no he matado.

Huyo del lugar a toda prisa. Camino por las calles sin rumbo fijo, bajo la luz de una luna manchada de gris. Los acordes de la fiesta se pierden en la oscuridad. Me detengo para recuperar el aliento. Levanto la mirada y veo la figura oscura de un hombre que se bambolea sobre su barca: mi remero espera.

Maneja su vara con la soltura de un músico, acompasadamente, su ritmo es lento y suave. Avanzamos sobre la negrura de las aguas que solo consiguen centellear cuando la embarcación se aproxima a algún local en los emana el jolgorio y la música que acompaña a los festejos de la carne y el vino.

Estoy sentado tras él, pensativo y hambriento, no puedo regresar así. Nos detenemos. Le entrego una moneda de oro y desaparece como si de un ignoto espíritu se tratase, bajo los puentes, serpenteando sedosamente sobe las aguas del canal.

Aquí la fiesta está es su apogeo. Me mezclo entre los invitados. Busco desesperadamente a Daniella, indago entre las estancias más retiradas. Tal vez sea una idea inútil; ella ya estará descansando después de la orgía de muerte, pero huelo su perfume e intuyo que está cerca, que también me busca.

Una puerta se abre al final del pasillo. Tras ella sale una dama de pechos turgentes con su máscara y su capa; camina con ligereza sobre la moqueta roja. Me oculto y la persigo. Es evidente que huye de algo; camino con cautela. Ella entra en otro salón. Estamos solos pero ella no lo sabe. Se sirve una copa de vino y mira por el ventanal. Me aproximo. “Daniella”, pienso casi en voz alta. Pongo mi mano sobre su hombro. Ella sin volverse dice: “te he esperado tanto tiempo”. Su voz me confunde pero me habla en italiano.  “Muero sin ti y quiero morir por ti”, le respondo en el mismo idioma. Se da la vuelta. Las luces del exterior me deslumbran, tras la máscara sus ojos parecen llorar, me aferro a su cintura y beso esos labios carnosos que tanto he anhelado. La copa cae de su mano derramando el vino por la alfombra granate. Pienso “sangre sobre sangre”. Beso sus pechos y ella se estremece, alza la cabeza dejando su esbelto cuello a mi merced. Le muerdo con ternura, grita de placer. Levanto su falda y rompo el cancán, huelo su sexo, mi miembro llama a su puerta.

Ella me detiene un instante para saborear el momento, pero un segundo después jadeamos como animales enloquecidos. Caemos al suelo, rompemos nuestros trajes, crujen las vestiduras, saltan los botones, exhalamos la pasión de tenernos entre los brazos. Cabalgo  mientras ella oprime mi cuerpo con sus piernas asegurándose de que nunca saldré de su sexo. Recobro la conciencia, las sombras me confunden en un estertor de muerte y deseo.

Cojo mi arma y la clavo en su cuello, estoy eyaculando, siento que mi esperma se derrama dentro de ella. La abro en canal desde la tráquea hasta el vientre. La sangre cubre sus blancos pechos en líneas como en un lienzo, soy el maestro de aquella obra. Paso el filo sobre el ombligo y dibujo tu nombre, Daniella, sobre su sexo donde aún mi miembro se deleita dentro de ella.

Relamo su sangre mientras ella pierde la vida en una última convulsión. Estoy empapado de placer. Retiro la máscara. Su cara conserva una vana mueca de estupefacción. Sé que no es Daniella, pero hoy al menos soñaré como ella, hoy viviré como ella.

******

Salgo de la fiesta como puedo, camuflada entre las sombras. Siento su olor, ha estado en esta fiesta, ¿habrá sido testigo de esta escena? Me niego a que la noche se acabe y menos sabiendo que ha estado tan cerca de mí. A lo lejos veo como alguien corre, se sube a una barca y desaparece. ¿Será mi amante?, no puede ser, estoy delirando, la excitación y las ganas se apoderan de mí. Un pálpito me dice que le siga. Me subo en la primera barca que veo, el hombre me mira con desconcierto.

—¿Dónde vamos joven dama?

—Siga aquella barca…

El camino se me hace eterno, por un momento le pierdo de vista, mi mente ya desvaría. Llegamos y después de pagar me bajo. Una nueva fiesta me rodea, pero yo apenas escucho nada. Ahora sí que estoy perdida, la gente me lleva como la marea, bailan y gritan como si nada pasara. Mi hombre está cerca y yo lo siento, quiero verlo. 

Me alejo por un pasillo lleno de puertas. Escucho unos lejanos gemidos, por inercia camino hasta esa puerta. Los gemidos se incrementan, me planto enfrente de ese gran salón, dispuesta a entrar. De repente todo está en silencio, no se escucha nada, es como si todo se desvaneciera. Dudo unos minutos si entrar o dejarlo pasar. Mi corazón late deprisa, siento su olor y más me excita. De un empujón abro la puerta y lo que veo me acelera. Es Enzo. Su cuerpo desnudo se dibuja entre las sobras, en su mano su estilete.

La escena es digna de este monumento. Una jovencita cubierta de sangre y con una enorme raja. Solo él sabe cómo crear un momento ideal. Le miro y veo como porta el pañuelo que le regale, aún se acuerda de mí. Cierro la puerta de golpe y se gira tranquilo, ya nada le sorprende. Su mirada me recorre como un animal salvaje, pero con la ternura que solo él sabe darme.

—Daniella, al fin te encuentro —me dice acariciando mi cara.

—No es lo que nos prometimos, pero no puedo estar sin ti.

—He soñado contigo desde el día que volví.

Nos fundimos en un beso, lleno de ganas, pasión y sentimiento. Nuestros cuerpos arden y hablan solos, me mira con dulzura.

—Llevas la capa que te regale, te sigue quedando increíble, pero mejor estarás sin ella —me susurra con deseo.

Yo simplemente pude gemir, sentí su mano quitándomela con delicadeza, mientras que con su estilete recorría mi cuello. La punta fría y llena de sangre recorre cada poro de mi cuerpo; este es mi hombre y sabe cómo llevarme a la locura. Mis manos recorren su cuerpo desnudo. Su pene lo decía todo, estaba más duro que nunca. Me recreé acariciándolo y apretando fuerte. Me desnuda con facilidad, me devora con la mirada y su estilete baja por mi cuerpo, hasta mis muslos, donde no duda en hacerme unos pequeños cortes. Grito y gimo de placer, su boca lame mis heridas. Agarro su cabeza y la meto entre mis piernas. Al sentir mi calor, él gime rudo, como ese animal sediento de su presa.

Agarro mi puñal y se lo paso por la espalda, él acelera su lengua, apretó un poco más y me mira con ansias. De un empujón le tumbo en el suelo, “te quiero dentro” atiné a decir. Me subí encima, sintiendo su miembro, rozando mi humedad. Sin pensárselo con un solo golpe entro en mí. Gemimos como animales en celo, empecé a cabalgar como si no hubiera un mañana. Con mi puñal dibujaba en su pecho mi nombre. Lamia cada gota que de sangre brotaba. Más fuerte me follaba, hasta que el éxtasis se apoderó de nosotros y llegamos al clímax como ninguna otra víctima nos sabría complacer.

Me dejé caer en su pecho, él aún seguía dentro de mí. Su corazón latía muy fuerte.

—Eres mío —dije sonriendo.

—Y tu mía, aunque sea una locura.

Dos amantes. El mismo vicio. Víctimas de la sangre. Dos almas perdidas y contaminadas con el pecado. Fugitivos de la justicia. Viviendo entre las sombras el amor de la sangre.»

Buenas loquit@s, hasta aquí el segundo relato a cuatro manos, todo esto no hubiera sido posible sin la gran ayuda de Santiago González Torrejón. Le conocí hace tiempo gracias a sus novelas y tiene algo en su manera de escribir que me gusta bastante. Un día le propuse la locura y no dudo en decirme que sí, algo de lo que siempre le estaré agradecida.

La idea surgió rápidamente y conectamos con facilidad. Es un relato que lleva tiempo, mucho tiempo, terminado y ya era hora de que viera la luz. Cuando lo he leído con el tiempo sigo pensando que es una historia demasiado buena y podría dar para mucho más, pero ahora lo dejo en vuestras manos, ¿creéis que daría para más?

Espero que os guste, y lo disfrutéis tanto como yo escribiéndolo. Quiero darle las gracias a Santiago por ponerme todo tan fácil y por dejarme aprender de él. Si aun no conocéis sus novelas no se a que estáis esperando, tenéis que descubrir a un gran autor. Os dejo el enlace a sus redes y perfil de Amazon.

Instagram: https://www.instagram.com/santigtorrejon/

Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100012542684484&ref=xav_ig_profile_web

Web: https://www.santiagogonzaleztorrejon.com/

Amazon: https://www.amazon.es/stores/Santiago-Gonz%C3%A1lez-Torrej%C3%B3n/author/B07DNHJH62?ref=ap_rdr&isDramIntegrated=true&shoppingPortalEnabled=true

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar